lunes, 26 de febrero de 2018
lunes, 19 de febrero de 2018
TUPE: CAPITAL DE LA LENGUA Y CULTURA JAQARU
Jacaruhablantes en la plaza
central de Tupe. Foto: Diego Chulluncuy Soto
Ubicación geográfica
El
distrito de Tupe se localiza en el sector sureste de la provincia de Yauyos,
departamento de Lima, Perú. Tiene como límites por el norte al distrito de
Colonia; al este con el departamento de Huancavelica; al sur, con Cacra, y al
oeste, con los distritos de Putinza y Catahuasi. Geológicamente el territorio
tupino posee secuencias de rocas sedimentarias y volcánicas que en edad van
desde el Triásico superior hasta el Cuaternario reciente; además, resalta la
presencia de granodiorita con gradaciones a
tonalita.
Por
otra parte, el distrito de Tupe está integrado por la misma comunidad de Tupe,
capital del distrito y las comunidades de Aiza
y Colca. Morfológicamente, el espacio de Tupe resalta típicamente una
conformación andina. La temperatura media va desde los 10°C y luego desciende a
medida que se asciende, hasta alcanzar el frío glacial de los nevados por debajo de los O° grados; por ejemplo, en
las alturas de Cachuy. El río Tupe es el más importante, pues en él terminan
las aguas del Cuchipaya; para llegar al río Cañete, el cual terminará en el
Océano Pacífico.
Dinámica poblacional
Una
evidencia etnohistórica respecto a Tupe es que esta se formó a partir de la
encomienda de Laraos, pues hacia 1586 el encomendero Hernando Martel
administraba las encomiendas de Mancos y Laraos. Esta última comprendía los
pueblos de San Pedro de Cusi, San Francisco de Guantán, San Domingo de Atun
Larao, San Agustín de Guaquis y San Francisco de Viti (Matos, 1956).
También
la descripción que realiza Diego Dávila Briceño (corregidor de Huarochirí) en
1586, sugiere que la provincia de Yauyos se dividía en dos espacios bien
definidos: los Anan Yauyos y los Lorin
Yauyos. Los primeros estaban en la zona sur, y los segundos más hacia el norte,
pero toda la provincia estaba conformada
por cinco repartimientos y uno de ellos era Laraos; precisamente, de
este último el corregidor redujo a siete a siete pueblos, en donde se menciona a Tupe (Ramírez, 2014).
Mujer
jaqaruhablante en la comunidad de Tupe. Foto: Diego Chulluncuy Soto
José
Matos Mar (1950) nos presenta los primeros datos poblacionales de Tupe; así, en
1602 había 385 habitantes; en 1790 estaba poblado por 419 personas; en 1836
había 599 habitantes; en 1876 convivían 687 personas; en 1926 existían 916 habitantes;
en 1938 había 589 comuneros y en el Censo de 1940 se contabilizó 524
habitantes. Otro dato que nos ofrece José Matos Mar (1956) es que hacia 1839,
José María Córdova Urrutia refiere que en el pueblo de Tupe hay 650 habitantes;
de ellos 266 son hombres y 384, mujeres.
Posteriormente
hacia 1960 hay aproximadamente 2000 habitantes (Hardman, 1967). La misma autora
en su “Jaqaru: Compendio de estructura fonológica y morfológica” (1983) anota
que Tupe tiene 1682 habitantes según el censo de 1972.
Otros
datos más actuales son del INEI (2009), cuyas estimaciones en el año 2000 son
de 709 habitantes en Tupe (El Censo de 1993 no consideró a Tupe). El Censo del
INEI 2007 consigna 650 habitantes (Hay 98 personas con 65 años a más); la Red
de Salud de Yauyos (2013) anota 659 comuneros (Hay 25 personas entre 76 a 79
años y 18 habitantes con 80 años a más); El Registro Civil de la Municipalidad
de Tupe registra 600 habitantes (Hay 30 personas con edades entre 60 a 80
años).
Según
los datos presentados podemos concluir lo siguiente: Del 2007 al 2015 hay un
descenso en el número de habitantes. El censo del INEI 2007 anota que entre 65
a más hay 98 personas, pero de ellos solo las personas de más de 70 años usan
el jaqaru de manera constante. La Red de
Salud 2013 registra 43 personas entre 76 y 80 años a más y el Registro Civil de
la Municipalidad Tupe 2015, solo especifica 30 personas entre 60 a 80 años. En
conclusión, en Tupe solo hay un promedio de 50 personas, cuyas edades están
entre los 70 años a más y son los que utilizan regularmente el jacaru según el
contexto y el interlocutor.
La
lengua jaqaru
Torero
(1972) utiliza el término “aru”, para designar al grupo lingüístico que
comprende las actuales lenguas aimara, jaqaru y cauqui; en tal sentido
argumenta: “Con el nombre de aru (“aro:
lenguaje”, según el Vocabulario de Lengua Aymara de Ludovico Bertonio)
designamos, como se indicó antes, al grupo lingüístico que comprende las
actuales lenguas aymara, haqaru y cauqui” (p.64-65). Sin embargo, en Torero
(2002) se sugiere generalizar la denominación “hablas cauquis”, pues es el más
antiguo y aceptado.
Hardman
(1983) propone la denominación “jaqi”, es decir,”lenguas jaqi” para referirse a
las lenguas jaqaru, cauqui y aimara. También consigna “familia lingüística
jaqi” y “proto-jaqi”. Al respecto afirma: “El jaqaru es miembro de la familia lingüística Jaqi, de la cual se
conocen tres lenguas en la actualidad: aymara,
jaqaru y kawki. El aymara es la que hoy cuenta con mayor número de
hablantes, aproximadamente dos millones de personas” (p. 27-28).
Cerrón-Palomino
(1993) sugiere la plausibilidad del nombre “aimara” para designar a la familia
lingüística integrada en la actualidad por solo dos lenguas: la variedad tupina
y la altiplánica, al respecto argumenta: “El nombre que rescatamos para
designar a la familia lingüística integrada en la actualidad por solo dos
lenguas -la variedad tupina y la altiplánica- es el de aimara[…] Sincrónicamente,
entonces la familia aimara consta en la actualidad de dos ramas: la tupina y la
altiplánica o collavina” (p. 52).
Macedonia
Iturrizaga, sabia jaqaruhablante. Foto: Edi Escobar Maquera
Vitalidad de la lengua
Ya
en el 2009, la UNESCO hizo una observación en torno a la vitalidad
etnolingüística de las lenguas en el mundo y para ello elaboró un mapa virtual interactivo con las lenguas
consideradas en peligro de extinción. Para nuestro país anota que son 43
lenguas amazónicas, también el aimara y otras 11 variedades del quechua
(Escobar, 2011).
Posteriormente,
el 2010 el Atlas UNESCO de las lenguas del mundo en peligro anuncia que por lo
menos un 43% (más de 2500) de las aproximadamente 6000 lenguas habladas en el
mundo están en peligro de desaparición, para ello propone cuatro niveles de
vitalidad: Vulnerable, En peligro, Seriamente en peligro y en Situación
crítica.
Entre
nosotros, el Documento Nacional de Lenguas Originarias del Peru (2013)
manifiesta que en nuestro país tenemos 47 lenguas (43 amazónicas y 4 andinas) y
19 familias lingüísticas (17 amazónicas y 2 andinas). Estas 47 lenguas
originarias vigentes pueden agruparse según tres estados de vitalidad: Lenguas
vitales, Lenguas en peligro y Lenguas seriamente en peligro.
Son
lenguas vitales las que son habladas por todas las generaciones de una
comunidad lingüísticas y la transmisión intergeneracional es ininterrumpida.
Por otra parte, las lenguas en peligro son las habladas mayoritariamente por
los adultos de una comunidad lingüística y suelen estar restringidas a ciertos
contextos comunicativos y la transmisión intergeneracional puede ser parcial en
algunas comunidades. Finalmente, las lenguas seriamente en peligro son las
habladas mayoritariamente por adultos mayores de forma parcial, poco frecuente
y en ámbitos comunicativos muy restringidos, y no son transmitidas a las nuevas
generaciones.
Ciertamente,
es común afirmar que una lengua desaparece cuando es desplazada por otra lengua
o lenguas de mayor prestigio y reconocimiento social, político y económicamente
dominantes; sin embargo, son los mismos hablantes quienes deciden no hablarles
a sus hijos en su lengua materna con el fin de evitar la marginación, el
desprecio y la falta de oportunidades para su desarrollo personal.
Desde
otra perspectiva, se dice que una lengua desaparece cuando muere la última
persona que la habla, pero otros argumentan que la lengua se extingue cuando lo
hace el penúltimo hablante, pues el último ya no tiene oportunidad de hablar
con nadie (Crystal, 2005).
Concretamente,
en la comunidad de Tupe, la transformación socioeconómica, el etnocidio cultural
y lingüístico se inician con la presencia de los españoles. En primer lugar,
surge la imposición religiosa, pues tempranamente los Dominicos (Orden del
Señor Santo Domingo) iniciaron la evangelización; paralelamente, en la
convivencia de jaqaru y el español se
concretizan los préstamos lingüísticos: ájusu
‘ajos’, bawula ‘baúl’, jabunha ‘jabón’, jáwasha ‘habas’; como también se intensifica la castellanización
hasta la actualidad.
Referencias
bibliográficas
Cerrón-Palomino,
R. (1993). Quechuística y aimarística: una alternativa
Terminológica. Alma Mater, 5, p. 41-60.
Crystal,
D. (2005). La revolución del lenguaje.
Madrid. Alianza Ensayo
Matos,
J. (1950). Marco geográfico del área
cultural del kauke en el Perú. Lima:
Universidad
Nacional Mayor de San Marcos.
Matos,
J. (1956). Yauyos, Tupe y el idioma Kauke.
Lima: Universidad Nacional
Mayor
de San Marcos.
Escobar,
A. (2011). Dinámica sociolingüística y vitalidad etnolingüística:
quechua
y aimara peruanos del siglo XXI. En: W.
Adelaar, P. Valenzuela y R. Zariquey (Eds.), Estudios sobre lenguas andinas y amazónicas. Lima: Fondo editorial Pontificia Universidad Católica
del Perú.
Hardman,
M. (1983). Compendio de estructura
fonológica y morfológica. Lima:
Instituto de Estudios Peruanos.
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DE EDUCACIÓN. (2013). Documento Nacional
de Lenguas
originarias del Perú.
Lima: Corporación Gráfica Navarrete.
Instituto
Nacional de Estadística. (2009). Perú:
Estimación y proyección de
población por sexo, según
departamento, provincia y distrito, 2000- 2015.
Lima: Instituto Nacional de Estadística e informática.
Instituto
Nacional de Estadística. (2008). Censos
Nacionales 2007: XI de
Población y VI de Vivienda. Sistema de consulta de resultados censales.
Lima: Instituto Nacional de Estadística e informática.
Ramírez,
A. (2014). Reflexiones sobre la construcción identitaria en Tupe:
académicos,
medios de comunicación y la narración local. En: Arqueología, etnología y lingüística de Tupe. Lima: Museo de
Arqueología y Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Torero,
A. (1972). Lingüística e historia de la sociedad andina. En: A. Escobar
(Ed.), El reto del multilingüismo en el Perú (pp. 51-106). Lima: Instituto
de Estudios Peruanos.
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